lunes, 25 de mayo de 2015

Un brindis entre tanto bohemio

Esta noche mis hermanos
yo quiero hablar de la mujer,
mas no de aquella a la que muchos han desacreditado, ni de aquella por la que el hermano bohemio vertió tantas lágrimas llamadas: madre.

Hoy mis buenos hermanos, les voy a hablar de la sonrisa más sincera, de la mejilla femenina más cálida, de los brazos más dulces que se encuentran en una mujer.

Así es bohemios,
yo brindo,
por esa caricia que nace en unas pequeñas manos,
de esas que en ocasiones no saben calcular su fuerza para demostrar su amor y su cariño, pero que se jactan de ser sinceras.

Brindo por el calor que le dan a mi pecho, sus múltiples segundos de atención y la manera con la que busca su seguridad bajo mi regazo.

Por esos ojos tan inocentes y llenos de bondad, mismos que ya antes me habían conquistado, esculpidos en otra silueta, pero con el mismo amor embalsamado.

Así es señores, brindo por la pequeña mujer, esa que en tan solo cinco años mi vida entera se ha robado, esa que cuando me dice: Te amo, lo dice sin pensarlo, desde el mismo fondo de sus entrañas y sin negociar nada a cambio.

Señores, brindo por esa pequeña, esa que arrancó unas cuantas lágrimas de mis ojos, sin darme cuenta, en el mismo instante en el que me dijeron que me convertiría en padre y que a los cuatro meses de concepción me confesaron que era una nena.

No sé si, hermanos míos, ustedes me entiendan, pero al oírlos hablar de la mujer y de ver de ella cómo se expresan, solo puedo decirles, que el día que un capullo tan delicado, lo puedan sentir entre su pecho y entre sus manos, entonces y solo entonces comprenderán lo divina que es una mujer y lo perfectas que son ellas.


                                                                                                                      WAR.



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